martes, 5 de febrero de 2013

NUEVA SECCIÓN: ¡¡¡BARES!!!



Hoy inauguramos una sección fija en este blog.

Todo guionista necesita fabricarse un entorno idóneo en el que (no) desempeñar correctamente su trabajo. Ese tipo de emplazamiento laboral, en términos guionísticos, se denomina "BAR".

Algunos compañeros de otros gremios "del mundillo" (diseñadores gráficos, fotógrafos, etc) son aún más gilipollas que nosotros y se gastan un pastón en alquilar un estudio en el que poder currar a su aire.

Nosotros no.

Nosotros pagamos nuestro alquiler en cañas.

La caña es la divisa del guionista.

Algún día hablaré con más calma sobre ese tema: Sobre cómo el tiempo y el dinero que cuesta la escritura de un guión debería computarse - para ser más realistas - en número de cervezas.

En su día escribí, invitado por nuestros compañeros valencianos, un post en el que explicaba con argumentos mú bonicos por qué a los guionistas nos viene bien ir a los bares. Leedlo si queréis. Es muy hipócrita.

Hoy, sin embargo, quiero abordar el tema sin tapujos: Los guionistas vamos a los bares porque eso nos ayuda a tocarnos los cojones y a beber cerveza sin sentirnos (del todo) culpables... Es relativamente fácil fingir que trabajas en un bar. Por eso somos más de irnos de bares que de irnos de putas (precios y enfermedades venéreas aparte)

He decidido inaugurar esta sección de bares con uno al que tengo especial cariño. Un bar muy útil para los que estamos exiliados en Madrid. Un bar que ha sido testigo de muchas jornadas en las que hacía brainstorming conmigo mismo, hasta el punto de casi llegar a creerme que tenía algo realmente productivo entre manos. Un bar estratégicamente ubicado en la frontera de Malasaña con Chamberí:

LA CASA DE LA TORTILLA.

Calle Hartzenbusch número 6. Muy cerquita de metro Bilbao.

Gente sencilla y amable. Gallegos. Y hay algo que os adelanto desde ya: Si son gallegos, te darán de comer bien y barato. Es una ley cósmica.
 
Y cuando digo barato, me refiero a jodidamente barato:

Cañas a 1,15 euros. Estrella de Galicia. Y con buenas tapas.

La calidad de la tapa es un poco "ruleta rusa". Te puede tocar un plato de embutido añejo (muy generoso en cantidad, eso sí) o puedes tener la suerte de que te saquen una mini-ración de lo que hayan cocinado para el almuerzo. A mí han llegado a servirme tapas de arroz con bogavante, fabada, fideua... en cantidades abundantes.

¿Decoración del local? Si quieres follarte a una tía, no la lleves allí. Y si la llevas allí y consigues follártela, cásate con ella. Es la mujer de tu vida.

Sobriedad, anacronismo. La barra es de metal. ¡Confiad en los bares que tienen barra de metal! Una barra de metal significa que esa gente se toma la cosa en serio.

El ambiente es coloquial, lleno de esos seres encantadores que en terminología científica se conocen como "parroquianos". Es a pesar de ello un local relativamente tranquilo, aunque eso no debería importaros demasiado. Ningún guionista acude a un bar a concentrarse. Concentrarse es de maricas.

Y he dejado lo mejor para el final. El broche de oro. El detalle que convierte este bar en el paraíso del guionista canario:

HAY POCA COBERTURA.

Dentro de ese bar, tus jefes no podrán agobiarte con llamadas ni mensajess.

Las nuevas tecnologías nos han proporcionado herramientas de procrastinación maravillosas: Música, videojuegos, pornografía online... pero toda luz tiene su sombra. Todo beneficio trae consigo molestos efectos secundarios, y la telefonía móvil es un cruel ejemplo de ello. Te convierte en un capullo fácilmente localizable, implícitamente obligado a recibir y ofrecer "feedback". ¡Qué palabra más odiosa! "Feedback". Se empieza rindiendo culto al "feedback" y se termina "optimizando".

Seamos sinceros: Cuando uno está trabajando tomando cañas lo último que quiere es que los jefes o los clientes le molesten con sus gilipolleces. Que si "no me has enviado el material", que si "quiero un par de cambios en lo que me has mandado"...

Y creo que voy a ir terminando ya la entrada porque no me apetece escribir más...


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